Sunday, June 26, 2011

Happy Birthday Mr. Orwell


Hoy 25 de junio se celebra un año más del nacimiento del escritor George Orwell, quien en realidad se llamaba Eric Arthur Blair, sus novelas más celebres, 1984 y Rebelión en la granja, ampliamente recomendables.

Dejo aquí un pequeño fragmento de Rebelión en la granja espero les guste.



«Pronto cesó el tumulto. Los cuatro cerdos esperaban temblando y con la culpabilidad escrita en cada surco de sus rostros. Napoleón les exigió que confesaran sus crímenes. Eran los mismos cuatro cerdos que habían protestado cuando Napoleón abolió las reuniones de los domingos. Sin otra exigencia, confesaron que estuvieron en contacto clandestinamente con Snowball desde su expulsión, colaboraron con él en la destrucción del molino y convinieron en entregar la "Granja animal" al señor Frederick. Agregaron que Snowball había admitido, confidencialmente, que era agente secreto del señor Jones desde muchos años atrás. Cuando terminaron su confesión, los perros, sin perder tiempo, les desgarraron las gargantas y entretanto, Napoleón, con voz terrible, preguntó si algún otro animal tenía algo que confesar.

»Las tres gallinas, que fueron las cabecillas del conato de rebelión a causa de los huevos, se adelantaron y declararon que Snowball se les había aparecido en sueños incitándolas a desobedecer las órdenes de Napoleón. También ellas fueron destrozadas. Luego un ganso se adelantó y confesó que había ocultado seis espigas de maíz durante la cosecha del año anterior y que se las había comido por la noche. Luego una oveja admitió que hizo aguas en el bebedero, instigada a hacerlo, según dijo, por Snowball, y otras dos ovejas confesaron que asesinaron a un viejo carnero, muy adicto a Napoleón, persiguiéndole alrededor de una fogata cuando tosía. Todos ellos fueron ejecutados allí mismo. Y así continuó la serie de confesiones y ejecuciones hasta que una pila de cadáveres yacía a los pies de Napoleón y el aire estaba impregnado con el olor de la sangre, olor que era desconocido desde la expulsión de Jones.

»Cuando terminó esto, los animales restantes, exceptuando los cerdos y los perros, se alejaron juntos. Estaban estremecidos y consternados. No sabían qué era más espantoso: si la traición de los animales que se conjuraron con Snowball o la cruel represión que acababan de presenciar. Antaño hubo muchas veces escenas de matanzas igualmente terribles, pero a todos les parecía mucho peor la de ahora, por haber sucedido entre ellos mismos. Desde que Jones había abandonado la granja, ningún animal mató a otro animal. Ni siquiera un ratón. Llegaron a la pequeña loma donde estaba el molino semiconstruido y, de común acuerdo, se recostaron todos, como si se agruparan para calentarse: Clover, Muriel, Benjamín, las vacas, las ovejas y toda una bandada de gansos y gallinas: todos, en verdad, exceptuando al gato, que había desaparecido repentinamente, poco antes de que Napoleón ordenara a los animales que se reunieran.


(...)

»Días después, cuando ya había desaparecido el terror producido por las ejecuciones, algunos animales recordaron --o creyeron recordar-- que el sexto mandamiento decretaba: "Ningún animal matará a otro animal". Y aunque nadie quiso mencionarlo al oído de los cerdos o de los perros, se tenia la sensación de que las matanzas que habían tenido lugar no concordaban con aquello. Clover pidió a Benjamín que le leyera el sexto mandamiento, y cuando Benjamín, como de costumbre, dijo que se negaba a entrometerse en esos asuntos, ella instó a Muriel a que lo hiciera. Muriel le leyó el mandamiento. Decía así:

"Ningún animal matará a otro animal sin motivo". Por una razón u otra, las dos últimas palabras se les habían ido de la memoria a los animales. Pero comprobaron que el mandamiento no fue violado; porque, evidentemente, hubo motivo sobrado para matar a los traidores que se coaligaron con Snowball.

Sunday, June 19, 2011

Mi padre, yo y la serie mundial


Nunca fuimos buenos amigos,
nunca fui el hijo que quisiste,
ni tu el padre que yo quería,
las cosas nunca son como uno quiere

Tu, pesca, yo basquetbol,
tu, softball, yo fútbol,
pero siempre teníamos un pretexto,
cada otoño, era cuando mas cercanos nos sentíamos,
siempre el pretexto era la serie mundial,
aunque nuestros Indios nunca llegaban.

Nunca me regalaste juguetes,
me enseñaste a hacerlos,
nunca me llevaste al cine a ver una pelicula infantil,
pero gracias a ti conocí a Oliver Stone cuando era un chamaco

nunca hablabamos, de tu vida,
a cambio de eso me contabas historias,
no me dejabas ver televisión,
pero conocí la quimica desde antes de poder pronuciar bien la palabra quimica.

Eramos tan diferentes
tu vicio el alcohol,
el mio el tabaco,
pero compartíamos uno,
las mujeres.

No tuve la infancia que hubiera deseado, pero no cambiaría nada de ella, porque gracias a ti soy lo que soy, con muchos defectos, pero con muchas virtudes también, gracias por ser como eras, todos dicen "el te quería a su manera", la verdad no lo sé, pero se que me respetabas, y yo siempre te respetare a ti.
Cuídate mucho donde quiera que estes, arriba o abajo, donde sea, algun dia nuestros Indios ganaran la serie mundial

Sunday, June 12, 2011

¡Otra oportunidad! ¡otra oportunidad!


La primera vez que leí a García Márquez me llevé un fiasco, ya que leí Relato de un Naufrago, y decidí no volver a leerlo nunca, hasta hace un año que leí Cien años de soledad y quede maravillado.

Un año más tarde decidí darle otra oportunidad, y compre "El coronel no tiene quien le escriba" que aunque no supera a Cien años de soledad, me dejo un buen sabor de boca, así que quien sabe, quizá el próximo año me decida a leer otra de sus obras. Se aceptan sugerencias.

Les dejo un pequeño fragmento espero les agrade.



" Después de afeitarse al tacto —pues carecía de espejo desde hacía mucho tiempo— el coronel se vistió en silencio. Los pantalones, casi tan ajustados a las piernas como los calzoncillos largos, cerrados en los tobillos con lazos corredizos, se sostenían en la cintura con dos lengüetas del mismo paño que pasaban a través de dos hebillas doradas cosidas a la altura de los riñones. No usaba correa. La camisa color de cartón antiguo, dura como un cartón, se cerraba con un botón de cobre que servía al mismo tiempo para sostener el cuello postizo. Pero el cuello postizo estaba roto, de manera que el coronel renunció a la corbata. Hacía cada cosa como si fuera un acto trascendental. Los huesos de sus manos estaban forrados por un pellejo lúcido y tenso, manchado de carate como la piel del cuello. Antes de ponerse los botines de charol raspó el barro incrustado en la costura. Su esposa lo vio en ese instante, vestido como el día de su matrimonio. Sólo entonces advirtió cuánto había envejecido su esposo. La mujer lo examinó. Pensó que no. El coronel no parecía un papagayo. Era un hombre árido, de huesos sólidos articulados a tuerca y tornillo. Por la vitalidad de sus ojos no parecía conservado en formol. "

Gabriel García Márquez," El Coronel no tiene quien le escriba".